viernes, 29 de octubre de 2010

Programa N° 34: La Muerte Como Estrategia de Marketing

Nada mejor para elevar nuestra imagen por las nubes de la opinión pública que morirnos. Claro, luego se vuelve arduo cosechar los frutos de la jugada. En estos días vimos como un ex presidente, que hace pocos años debió ceder un lugar en una lista por los bajos pronósticos electorales que le auguraban sus consultores, se ha convertido en héroe nacional. Con esto no estamos predicando sobre sus dotes o valores, sino sobre el efecto que el deceso provoca en la mayor parte de la sociedad.
De hecho el propio implicado estaba muy consciente de esto; hace muy poco, durante un homenaje a su persona, un notero le señaló que no se lo había valorado así durante su mandato, ante lo que el agasajado respondió de inmediato: “Viste, y esperá que me muera”.
Pero no todas las muertes tienen este poder de vindicación. Hay otras que la opinión pública (sinónimo de “clase media”) prefiere olvidar a toda costa, son los cadáveres que nos recuerda la derrota; muertes que inmortalizan nuestra responsabilidad con los absurdos del poder; que evocan las mentiras, las que hemos creído y las que nos han tenido por cómplices.

Escrito ante la muerte de Alfonsín



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