
Los fantasmas son parte de una tradición pagana pre-cristiana, relacionada con el mundo de los espíritus en pena. Se dice usualmente de un tipo no descansado que parece un fantasma. Deuda, cansancio, pena, queja, parecen ser los atributos mas de los vivos que de los muertos. Sin embargo hay otras vueltas de tuerca para el asunto y es que en psicología la fantasmática relaciona asuntos de la mente, proyecciones del trauma y la ensoñación, de lo que denomina imago y a todo aquel incomprensible subconsciente que se mecha en nuestras formas de ver las cosas, el actuar y el pensar. Hay en todo caso historias y entre tantas, como la pareja de negros bailanteros sobre el tanque del cementerio de Pablo Podestá, la llorona, la umita o el fantasma de Oliverio Girondo molestando hasta no hace mucho a sus vecinos del caserón ricachón que despreciaba, una historia en Hurlingham conmociona de vez en cuando, aunque a muchos de los transeúntes que pululan por su plaza. Se ha visto con cierta recurrencia pero cada tanto, digamos cada dos años, a un tipo que venía a asaltar por la noche a desprevenidos ciudadanos. Cuentan los vecinos de esta ánima errante, que solía abordarlos una apariencia populacha, sin despertar ninguna sospecha, camisa desabotonada, campera abierta en pleno invierno. Escapado del Tártaro, este tipo les da a los transeúntes unos volantes que nadie pudo retener ni de ellos hay prueba. En ellos cargaba este tipo lemas y promesas. Algunos dicen que si pide una firma, hay que huir para que no le pase lo que a Fausto, y en todo caso muchos lo han calado y simplemente esperaban el par de años para preguntarle por sus promesas, con lo cual simplemente lograban que se esfumara este fantasma, del que muchos creen se trata de la miserable alma perdida de un ex intendente.