“Francés”, además de ser una nacionalidad, es para nosotros sinónimo de calidad, sinónimo bastante dudoso, pero efectivo a la hora de vender algún perfume desabrido o promover algún bodriazo en pantalla de cine.
La historia argentina nos ha advertido muchas veces de estas atenuaciones de la imagen de calidad y cordura que hemos colocado en los franceses: globos de poco vuelo, reyes araucanos o futuristas de visión corta.
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